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Sind unsere Augen selig? Wann den,..

Sind unsere Augen selig? Wann den,..
Unser Herr hat gesagt: „Viele Propheten und Gerechte haben sich danach gesehnt zu sehen, was ihr seht, und haben es nicht gesehen“. Mit Propheten sind hier die großen tiefgründigen Denker gemeint, die sich auf die Schärfe ihres angeborenen Verstandes berufen und sich etwas darauf einbilden. Solche Augen sind nicht selig. Unter Gerechten sind Menschen mit einer Herrennatur zu verstehen, Menschen von großer Tatkraft, die Herren sind ihrer selbst, ihrer Worte, ihrer Werke, ihrer Zunge, und die im Fasten, Nachtwachen und Gebet alles vermögen, was sie sich vornehmen. Aber sie machen davon viel Aufhebens, als handle es sich um etwas Außergewöhnliches, und verachten die Anderen. Das sind ebenso wenig Augen, die das sehen, was sie selig macht. Sie alle wollten sehen und haben nicht gesehen. Sie wollten sehen und waren doch von ihrem eigenen Wollen bestimmt. Das eigene Wollen bedeckt wie Schuppen oder Schleier die leiblichen Augen und hindert sie daran zu sehen... solange du im Eigenwillen verharrst, bist du um die Freude gebracht, mit dem inneren Auge zu sehen. Denn alles wahre Glück kommt aus der Hingabe, aus der Loslösung vom eigenen Willen. All das entfaltet sich in der Tiefe der Demut... Je kleiner und demütiger man ist, desto weniger Eigenwillen hat man... Wenn alles befriedet ist, nimmt die Seele ihr eigenes Wesen wahr und all ihre Fähigkeiten; sie erkennt sich als vernunftbegabtes Abbild Dessen, aus Dem sie hervorgegangen ist. Die Augen,... deren Blick so weit reicht, können aufgrund dessen, was sie sehen, zurecht selig genannt werden. Da entdeckt man das Wunder aller Wunder, das, was ganz rein und einem ganz sicher ist; was einem am wenigsten genommen werden kann... Könnten wir doch diesen Weg gehen und auf eine Weise sehen, dass unsere Augen selig sind. Gott helfe uns dabei!

Autor: Johannes Tauler
„Selig seid ihr, denn eure Augen sehen“

Kommentare

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CH2006 22.07.2011 03:51
Extremadamente profundo,


,...Cuanto más pequeño y humilde uno es, tanto menos se está apegado a la voluntad,...


Nuestro Señor dijo: «...muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron» (Mt 13,17. Por «profetas» hay que entender los grandes espíritus sutiles, pensadores que están apegados a sus razonamientos y sutilezas de su razón natural y se envanecen en ello. Estos «ojos» no son dichosos. Por «justos» hay que entender hombres que se erigen en maestros, con energía y poder para dominarse a si mismos, ser dueños de sus palabras, de sus obras, de su lengua y que pueden hacer todo lo que quieren, ayunos, vigilias de oración etc. Pero lo tienen en mucho, como si fuera algo extraordinario y desprecian a los demás. Estos tampoco son los ojos dichosos porque no ven lo que realmente hace feliz.
       Todos éstos querían ver y no vieron. Querían ver y se mantenían en su voluntad propia... La propia voluntad cubre los ojos interiores como una membrana o una película cubre el ojo exterior y no le deja ver...Mientras te mantienes en tu propia voluntad, estarás privado del gozo de ver por el ojo interior. Porque toda auténtica felicidad procede del verdadero abandono, del desapego de la propia voluntad. Esto nace del fondo de la humildad.... Cuanto más pequeño y humilde uno es, tanto menos se está apegado a la voluntad.
       Cuando todo está en paz, el alma ve su propia esencia y todas sus facultades; se reconoce como imagen de Aquel de donde ha salido. Los ojos que dirigen la mirada hasta este fondo se pueden llamar con propiedad, ojos dichosos, por lo que ven. Uno descubre entonces la maravilla de las maravillas, lo que hay de más puro, de más seguro. Esto no se nos puede quitar nunca... ¡Caminemos por este camino para llegar a tener ojos dichosos! ¡Que Dios nos ayude!
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